jueves, diciembre 22, 2005

ACTITUD LITERARIA

En su famosa “Carta al padre”, Kafka describe indirectamente los infortunios de una persona que ha decidido concretar una vocación literaria (con todas las contradicciones y dificultades que eso pueda tener: la carta jamás llegó a las manos del destinatario). Afrontar el rechazo (de su padre, de su familia, de la sociedad) y luchar con la fuerza de la expresión por el respeto de una conducta diferente, heterodoxa, pero –triste condición moderna- consciente de antemano del fracaso de su empresa. Kafka establece, en un discurso privado y de corte jurídico (es una acusación a la indiferencia y el poco entendimiento del padre), la defensa de una ética ante la vida, que podríamos denominar como “actitud literaria” para señalar la amplitud de sus alcances (no es sólo crear literatura, sino entender al mundo a través de una experiencia lectora basada en la sensibilidad y en el sentido crítico). La sensación no era nueva: la “actitud literaria” ante el mundo se encuentra en estado primigenio en Dante y en el Quijote de Cervantes, pero su constitución final (su estado contradictorio y rebelde) se define sólo a partir de la modernidad. Es en el “Fausto” de Goethe donde se aprecia esa nueva ética, sobre todo en la confrontación con la nueva dinámica del progreso. Irónicamente (a partir de aquí será siempre la ironía) es en el mismo personaje de Fausto donde se concentran estos dos polos de la vida contemporánea: el deseo desenfrenado por modernizar al mundo y la nostalgia del pasado premoderno (destruido por la tecnología y la ambición individual de lucro). Goethe anuncia la condición romántica: el mal del siglo XIX. La melancolía y el dolor de una nueva generación de autores y creadoras que ya no se sienten parte del progreso y lamentan la pérdida de la dimensión humana en la vida moderna. Pero, en su lamento literario, humanizan la modernidad: Baudelaire y todos los escritores malditos; el nihilismo de Nietzsche; la ironía de Oscar Wilde; las metamorfosis y los procesos de Kafka. Y hoy, cuando con tanta ligereza se nos asegura el comienzo de la era Postmoderna, donde el mercado y la tecnología garantizan un progreso sin contradicción, echamos de menos ese lamento, esa actitud literaria ante la vida. Requerimos de esa contradicción para no olvidar que somos humanos, imperfectos, que poseemos memoria y melancolía, y que aún tenemos capacidad para el diálogo, para el entendimiento. Hemos olvidada a Kafka y cada día nos parecemos más a su padre. (2005)