domingo, enero 01, 2006

DE LA LECTURA EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN

¿Qué significa la lectura en una época como la nuestra? Y de manera más precisa:¿cuál es la significación de la lectura literaria? Es evidente que la dinámica (económica, política, educativa) actual ha asociado la tecnología con los medios audiovisuales (la imagen, el sonido) y estos se han convertido en un referente unidimensional, como si el mundo fuera una secuela de imágenes perfectamente codificables por los medios masivos de comunicación, y sólo eso. Hoy vemos con asombro cómo las reformas educativas, ante un creciente “déficit de calidad” (el término es obsequio de las más recientes teorías económicas), apuestan por la tecnología como único medio para salvar a las nuevas generaciones (una escuela sin computadores pertenece a otra era). El internet, nos aseguran hasta el cansancio, es la respuesta para el estudiante mediocre, para la alumna distraída o para el holgazán que suele asociar cultura con aburrimiento (o, peor aún, con inutilidad). En la llamada cartografía del conocimiento aparecen sólo los países con una cantidad considerable de conexiones a la red (es un mundo desolador el que allí se dibuja, o mejor dicho es medio mundo: figuran en su mayoría países del hemisferio norte): ¿dónde está el resto? Los estereotipos apocalípticos (el “hommo videns”; los “15 minutos de fama”; la mentalidad televisiva; la sociedad teledirigida) auguran el fin de la era Gutemberg, la desaparición del libro y el reinado del analfabetismo funcional. ¿Y la lectura? Increíblemente, a la lectura se le comienza a relacionar con una actividad del pasado (como si las imágenes no pudieran ser leídas; como si la navegación por internet no fuera un acto de lectura). Y lo mismo acontece con la literatura (la modernidad le otorgó el libro como soporte y como forma). ¿Por qué? Tal vez porque la lectura es un acto de meditación (y al final de comunicación). Hazaña liberadora sin precedentes: de Dante y Montaigne a Gandhi y Mandela; de Cervantes a Borges. La lectura implica diálogo y, a la postre, tolerancia (el fundamentalismo ya no es una lectura, es una memorización que termina por tergiversar); la lectura literaria, por su parte, es posibilidad y apertura a otro tipo de conocimiento (desdeñado por la razón instrumental del desarrollo tecnológico): el saber de la sensibilidad y el deseo de comunicación y trascendencia. Retomo finalmente los dos cuestionamientos iniciales: la lectura en la globalización significa estar consciente de la dimensión histórica de ese fenómeno político-económico, y la lectura literaria pude ser una óptima forma de humanizar dicho proceso. (2005)