miércoles, mayo 01, 2013

Víctor Barrera Enderle. Sus letras: de la UANL para el mundo



Por Luis Salazar
Entre 1993 y 1998 fue estudiante de la Licenciatura en Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Nuevo León; el tiempo, los viajes, los libros se sucedieron hasta que en 2004 se incorporó como maestro e investigador en la facultad de Filosofía y Letras. Hoy Víctor Barrera Enderle es un prestigioso crítico, escritor y catedrático, con ocho libros publicados y múltiples reconocimientos a su obra; el más reciente: el Premio de Ensayo “Ezequiel Martínez Estrada” de Casa de las Américas, en Cuba.

LS: ¿Desde cuándo te nació el gusto por la literatura? ¿Cómo fue toda tu carrera profesional desde que terminaste la educación básica hasta el posgrado y la investigación?

VBE: Comencé a leer desde muy temprano. Mi padre tenía una biblioteca pequeña, pero bien surtida,  y ahí me pasaba un buen rato todas las tarde, era un lugar que estaba y a la vez no estaba en mi casa, porque me conectaba con otros mundos, al menos así lo sentía entonces.  Los primeros textos cercanos a la literatura que leí eran versiones infantiles de los mitos griegos. Luego estaban las colecciones como la “Biblioteca Juvenil”, de la editorial Grolier,  o  la enciclopedia “El tesoro de la juventud”. Leí mucho y de todo: de Julio Verne a la revista Duda. En la adolescencia, comencé a leer con devoción  a autores como Hesse, Papini, Camus, Dostoievski, Borges, Chejov.  Entonces tenía muchas dudas sobre lo que quería hacer en la vida, esas lecturas me salvaron de diversas maneras. Antes de entrar en la Universidad, pasé dos años en San Antonio, Texas, estudiando inglés (aunque era más un pretexto para salir y ver las cosas desde otra perspectiva). Ahí descubrí a Whitman, a Emerson a Thoreau y me deslumbraron. Fue entonces que decidí estudiar Letras, y con esa intención volví a Monterrey.  La carrera de Letras fue para mí como un gran taller de lecturas, un ejercicio de ordenamiento de temas y de géneros, comenzando desde los griegos hasta los autores contemporáneos. Para mí era maravilloso pensar que mis jornadas de estudios se centraban en leer literatura: leer a Aristófanes o a Joyce o a los poetas Beats  un lunes por la mañana, mientras el resto de la ciudad se consumía en un voraz afán de productividad,  era algo extraño y a la vez extraordinario. Cuando terminé la carrera, no quise dedicarme inmediatamente a la enseñanza, y me fui a Santiago de Chile a hacer una maestría en teoría literaria, mi plan era estar dos años y volver, al final me quedé cuatro y volví con un doctorado.  Desde entonces divido mi tiempo entre la escritura, la investigación y la docencia.  En realidad, pienso que mi gusto y pasión por la literatura no han cambiado mucho a lo largo de los años, a pesar de los pesares, y guío mi vida profesional más por la intuición que por el razonamiento.
LS: ¿Cuántos libros has publicado?  Platícame brevemente cómo fue la historia de cada uno de ellos.
VBE: Hasta ahora van ocho, aunque tengo dos más terminados. El primero fue La mudanza incesante (2002), y trata sobre la teoría y la crítica literarias de Alfonso Reyes, lo escribí, a mano, en el ático de una fría y medio desolada pensión en el centro de Santiago de Chile, a unas cuantas cuadras del Palacio de La Moneda. Fue, en una primera versión, mi tesis de maestría. Luego publiqué, en Santiago, Miscelánea textual (2002), un libro donde reuní diversos ensayos sobre literatura y crítica que había escrito desde 1999 al 2002. Utilicé para la portada un grabado de Julio Ruelas que me fascina y se llama precisamente “La crítica”.  En 2005 el Conarte y Conaculta publicaron La otra invención, que es como una continuación de Miscelánea textual,  con ensayos escritos entre 2003 y 2005, ahí incluí algunos textos sobre literatura regional. Un año después, apareció De la amistad literaria, que había ganado el premio nacional de ensayo “Alfonso Reyes” en 2005. Ahí abordé la amistad de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña desde la perspectiva de la formación literaria.  Fue un ensayo que disfruté mucho escribir porque me conectaba directamente con las relaciones que uno establece a través del gusto por la literatura.  Partía de  una cita de Borges que decía que la literatura está tejida de amistades.  En 2008, publiqué El reino de lo posible, ahí reuní una gran cantidad de ensayos breves que habían aparecido en diarios de Chile,   México y otros países. El registro era distinto, más preciso y a la vez más sugerente; a pesar de la diversidad de temas, traté de ordenar el libro en 5 o 6 líneas argumentativas: lecturas, viajes, momento de iniciación literaria, memoria y biografía. También en 2008, Casa de las Américas de Cuba publicó una antología de mis ensayos bajo el título de Literatura y globalización, se recogieron ahí textos, como el de la “alfaguarización” de la literatura hispanoamericana, que habían hecho algo de ruido, además de cuatro o cinco ensayos inéditos. En 2011 se publicó, en una coedición de la UANL con JUS, Lectores insurgentes. La formación de la crítica literaria hispanoamericana (1810-1870), que había sido, en una primera versión mi tesis doctoral, y que comencé a escribir en 2003, en Santiago, y luego en Berlín, al año siguiente durante mi estancia como investigador visitante en el Instituto Iberoamericano. Después de presentar mi tesis en 2005, re-trabajé el texto durante 5 años, dándole más forma de ensayo y ampliando algunos temas Y ahora, en 2013, apareció La reinvención de Ariel. Reflexiones neoarielistas sobre humanismo crítico y posmodernidad en América Latina, que se presentó en la Feria UANLeer.
LS: Cuéntame de la cátedra que tienes en la FFyL, de Armas y Letras, del Centro de Escritores y las presentaciones de libros que has tenido en el extranjero.
VBE: Es un seminario sobre teoría literaria, aunque de manera más específica trata sobre teorías de la literatura. Vemos ahí los diversos y recientes  enfoques sobre el fenómeno literario: postestructuralismo, deconstrucción, teoría feminista, estudios culturales, estudios poscoloniales, subalternidad y teoría crítica latinoamericana. Partimos de un punto de quiebre, el momento en se abandonó cualquier pretensión de establecer una sola teoría de la literatura, por eso también abordamos a la crítica y a la historiografía literaria.  Trato también de aterrizar cualquier enfoque teórico en cuestiones particulares, como la literatura regional, por ejemplo.  La revista Armas y Letras fue una experiencia extraordinaria para mí, la dirigí durante cinco años, de 2006 a 2011, fueron más de 20 números de intenso trabajo junto con Jessica Nieto. Tratamos de consolidar la identidad de la revista y de convertirla en un lugar de convergencia, de cruce entre lo local, lo nacional y lo universal. Establecimos las secciones y creamos una nuevo apartado llamado “Anatomía de la crítica”, para reflexionar sobre ese  aspecto fundamental de nuestra cultural.  Respecto al Centro de Escritores de Nuevo León, en 2012 me invitaron a coordinarlo y a comenzar así una nueva etapa en su larga existencia de casi 25 años.  Representó  un gran desafío para mí porque me involucré con proyectos de diversos géneros: narrativa, poesía y teatro. Aprendí mucho y tuve la suerte de contar con estupendo becarios; al final del año los tres concluyeron sus respectivos libros. Este año estamos iniciando con una nueva generación, con poetas y narradores de gran talento, estoy muy contento con el proceso. De las presentaciones de mis libros, recuerdo dos muy emotivas: una en la Feria del Libro de la Habana en 2009, cuando presentamos Literatura y globalización. Me sorprendió ver tanta gente, una multitud entusiasta de lectores. La otra fue en 2011, cuando presentamos Lectores insurgentes  en la casa de Neruda en Santiago de Chile (“La Chascona”). Era el momento más álgido de las protestas estudiantes: los estudiantes ya académico estaban en la calle, tratando de salvar a la educación pública, ese ambiente estuvo muy presente durante el lanzamiento de mi libro.
LS: Todo lo acontecido sobre el 'Ezequiel Martínez Estrada' de Casa de la Américas: ¿Cómo fue, qué te comentó el director del Centro de Investigaciones Literarias, qué te comentaron escritores y otros críticos literarios?
VBE: El Premio de Ensayo “Ezequiel Martínez Estrado” fue toda una gran sorpresa. Un reconocimiento extraordinario por la carga simbólica que representa. Martínez Estrada fue uno de los grandes ensayistas hispanoamericanos (Radiografía de la Pampa  es un texto fundacional de la cultura argentina), además de uno de los primeros “teóricos” sobre el género: su prólogo a los Ensayos de Montaigne  es una pequeña obra maestra. La lista de galardonados incluye a figuras como Atilio Borón, Beatriz Sarlo,  William Ospina, Boaventura de Sousa Santos, Raúl Bueno, Grínor Rojo y Ana Pizarro, entre otras. A partir del anuncio, he recibo invitaciones para dar charlas sobre el ensayo en lugares tan dispares como Bélgica y Argentina.  El año pasado, la Dirección de Publicaciones de la UANL postuló mi libro para el premio (las bases establecen que los autores no pueden postularse solos), los requisitos eran básicamente dos: ensayos publicados en un cierto periodo de tiempo (en este caso, entre 2010 y 2011) y de largo aliento, es decir que contribuyeran al entendimiento de América Latina.  Me avisaron el 1 de febrero, en una carta firmada por Jorge Fornet, director de Casa de las Américas y también ensayista. La noticia se publicó en diversos diarios latinoamericanos y europeos, recibí felicitaciones de escritores argentinos, brasileños, chilenos, como la narradora Lina Meruane, quien recientemente ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria del Libro de Guadalajara, o el crítico y editor Adolfo Castañón, entre otros. Para la premiación, Casa de las Américas hará una edición conmemorativa del libro y lo presentaremos en la próxima Feria del Libro de La Habana. 
LS: Ahora charlemos un poco sobre el tema de Lectores Insurgentes, de su genealogía, sé que partió como tu tesis doctoral.  Y hablemos luego sobre tu postura sobre la literatura hispanoamericana en tiempos de las Independencias, sobre la crítica literaria arropada por las circunstancias históricas y del pensamiento de entonces y el de ahora.
VBE: En Lectores insurgentes hablo sobre la formación de la crítica literaria hispanoamericana y me centro en el periodo de formación y consolidación de los Estados nacionales. Me di cuenta de que, en ese periodo, lo literario funcionaba de manera distinta a como lo entendemos hoy y a como lo entendían en Europa durante ese mismo periodo de tiempo. Partiendo de ahí traté de establecer y describir las estrategias crítica de un grupo de autores fundamentales para nuestras letras, creando así una nueva periodización histórica, más cercanas a nuestras propias condición de producción literaria. Era lugar común negar cualquier tipo de manifestación crítica en la Hispanoamérica del XIX, y se hablada de movimientos literarios como simples copias o desfases de los movimientos y escuelas surgidos en Europa. Yo me propuse demostrar lo contrario, así que tuve que nadar con un mar en contra: no sólo desmostar mi hipótesis, sino crear otro tipo de instrumental crítico porque, con los parámetros europeos, me hubiera resultado imposible trabajar. Fue una labor titánica, que me llevó varios años. Por eso estoy muy feliz con los resultados.
LS: Recién publicaste tu octavo libro, La reinvención de Ariel, lanzado este marzo en la Feria Universitaria del Libro UANLeer. Defínelo en breves palabras.
VBE: La reinvención de Ariel ha sido el libro sobre el cual he sentido más urgencia de escribir. Mi plan original era trabajar largamente sobre la crítica literaria en el modernismo hispanoamericano, una suerte de continuación de Lectores insurgente (y en buena parte lo es), pero las circunstancia recientes (la violencia, las crisis, el desmoronamiento de educación pública, la hegemonía de las industrias culturales, etc.) me hicieron virar el rumbo e involucrarme personalmente en él y hablar de mi tiempo, de mi experiencia como ciudadano, como habitante de una polis en guerra contra sus propias contradicciones. Todo ello a partir de la lectura y relectura del ensayo de José Enrique Rodó
LS: Finalmente, me gustaría que contaras un poco sobre tu próximo libro, el cual ya está en proceso de edición y que es, según lo describiste un “ensayo sobre el ensayo'”.  Termino preguntándote si vas a presentar la Reinvención del Ariel en otro lado.

VBE: El próximo libro será un ensayo sobre el ensayo, se titula El centauro frente al espejo y está estructurado en forma de 4 charlas que van desde las definiciones y la historia del género, hasta el desarrollo del ensayo hispanoamericano y sus desafío actuales. Se publicará a fines de año o a principios del siguiente en Chile. Algunas de las charlas las presenté como conferencias en diversos encuentros sobre el tema. La última charla, que trata sobre el ensayo en la época actual, surgió de una conferencia que di en Mendoza, Argentina en 2009. Desde hacía tiempo que deseaba  escribir algo orgánico sobre el ensayo, un género cercano, pero a la vez muy difícil de definir. Tal vez por eso mantuve la estructura del libro como si fueran charlas, quise destacar esa dimensión dialógica que pienso tiene el ensayo. También trabajo en un libro sobre ensayistas, a la manera de las vidas imaginarias de Marcel Schwob o los Retratos reales e imaginarios de Alfonso Reyes; son historias centradas en los momentos en que estos autores descubren, a través de diversas detonaciones, al ensayo como forma de expresión. Empiezo con Micheal de Montaigne y John Aubrey y termino con Susan Sontag. El título no lo tengo definido todavía.
Publicado en el periódico Vida Universitaria, núm. 266, 1-15 de abril de 2013