sábado, marzo 18, 2006

DOS IMÁGENES COMPLEMENTARIAS


Primera imagen, sustraída del cine: Truman Capote ( o mejor: Philip Seymur Hoffman interpretando a Capote) leyendo en el New York Times la noticia del múltiple asesinato en Holcomb, Kansas. La escena es precisa: descubrimiento, asombro ante la posibilidad. Capote no piensa en el daño particular o social, ni siquiera finge lamento o asombro, su lectura se enfoca en la historiografía literaria y rápidamente comienza para él la exploración narrativa. No hay ninguna prueba o dato, pero una referencia probable sería la rápida asociación con Thomas de Quincey y su particular visión sobre el asesinato considerado como una obra de arte. Segunda imagen, la de algún lector particular imaginando el proceso de elaboración de una novela como A sangre fría. Capote empeñado en desarrollar la novela de no ficción y sus lectores indagando en la oculta narración de la elaboración del texto. La historia abandona los terrenos de la experimentación formal para ingresar en la peligrosa cartografía de la exploración humana.
El filme de Bennett Miller intentó unir esas dos imágenes (basándose en la biografía de Gerald Clarke), esos dos procesos, para escenificar el drama último de la creación: el arte o la moral. El horror o la belleza. La fuerza de A sangre fría no es desde luego la descripción de un atroz crimen múltiple, sino la argumentación, la narración de un hecho verídico vuelto literatura a base de una constante y consciente apuesta por la visión artística de los peores defectos humanos. Su historia, por ello, no puede sino ser doble: la de la narración en sí, y la del autor detrás del proceso de escritura. Información transformada en creación.
El drama llega a las últimas consecuencias: el autor precisa la muerte real de sus protagonistas. La muerte es el único final posible para su experimentación literaria. Capote lo sabe y asume la crisis. La aparente y despiadada frivolidad se torna dura aceptación. Él mismo es un tipo de asesino porque ese es el precio de hacer ficción la realidad y llevarla hasta los límites de la condición humana. Las imágenes se van uniendo. A sangre fría precisa ese sacrificio. El desenlace lo conocemos todos. El doble ahorcamiento permite la publicación masiva del texto, y la novela termina por convertirse en otra obra de no ficción: la narración de un escritor que un día descubrió el potencial artístico de los males humanos y terminó por sucumbir ante ellos para confirmar su teoría. La única beneficiada de este parto doloroso fue la literatura.