domingo, abril 28, 2013

Víctor Barrera Enderle presenta sus reflexiones neoarielistas en libro de CONARTE



Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León.
Dirección de Comunicación.
Información CONARTE No. 128
22 de marzo de 2013
En momentos donde la sociedad valora las habilidades rentables, ¿tiene sentido hablar de humanismo?
Víctor Barrera Enderle considera que sí y replantea el estudio de José Enrique Rodó, Ariel, en su nueva publicación apoyada por CONARTE, La reinvención de Ariel. Reflexiones neoarielistas sobre posmodernidad y humanismo crítico en América Latina.
Acompañado del crítico literario, editor y promotor cultural Roberto Kaput González y del escritor y colaborador en el departamento editorial de la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria, Carlos Lejaim Gómez, Barrera Enderle compartió su análisis del texto.
La publicación, que se considera como una continuación del libro previo de Barrera Enderle, Lectores insurgentes: la formación de la crítica literaria hispanoamericana (1810-1870), obra que le mereció en este año el premio Casa de las Américas, aborda la crítica modernista, periodo inmediatamente posterior al que trata en el primer libro; momento en el que ya no es la expresión nacional lo que se busca, sino la expresión propia.
La reinvención de Ariel, retoma la propuesta de Rodó en la que expone para el intelectual latinoamericano el arquetipo del personaje shakesperiano, pero también la contraparte, la del Calibán, como el subalterno colonizado, así como lo presenta Fernández Retamar y responde a las problemáticas abordadas en Ariel, que siguen vigentes, que hablan pero que no actúan con un humanismo crítico, alejado del relativismo antihumanista de la posmodernidad”, aseveró Lejaim Gómez.
Roberto Kaput González dijo que había hablado con Víctor toda la semana previa porque La reinvención de Ariel es uno de esos libros con los que se dialoga, por lo que en su experiencia de lectura sentía al autor presente.
“Si Rodó reflexionó en torno a las bondades y los excesos de la modernidad y Fernández Retamar en torno a los retos de los movimientos de coloniales, Víctor asume la complejidad de la globalización y la asume desde este territorio (Latinoamérica)”, dijo Kaput González.
De igual manera, en esta reflexión a forma de ensayo, se pretende vincular varios ámbitos: el académico, el político, el público y el mediático, en donde dice Kaput González, hay un afán testimonial de dejar dicho cuál es la situación de Monterrey actualmente, en donde todo se mide por tiempo-hombre y no por cómo vamos a habitarla.
“La universidad está pasando por una reforma educativa que pudiera en algún momento perder de vista que no todos son habilidades y rentabilidades, sino que también deberíamos de guardar un espacio para la cultura, la cultura como este ejercicio autocrítico que nos permitiría imaginarnos nuevamente como un espacio habitable”, compartió Kaput González.
El autor de este ensayo se plantea si Ariel nos dice algo en la actualidad, ya que estudiar la obra de Rodó no sólo significa hablar de un predicador utopista, sino de un crítico agudo, un lector inteligente de la modernidad occidental y de la formación intelectual latinoamericana.
La manera en que Barrera Enderle supo entrelazar esas dos tradiciones le otorga un soporte sólido a su reflexión y le ayuda a crear herramientas teóricas que aún hoy tienen vigencia como estrategias para combatir, aprovechar y contrarrestar los excesos de nuestros alocados proyectos modernizadores.
“Lo escribí en una parte fuerte para la ciudad, en un momento donde lo llamo yo, era un teatro de guerra de la última etapa del capitalismo, que era una lucha despiadada por un mercado de drogas y nosotros en medio y donde se veía la ciudad como cuadriculada o electrificada, se podría decir, por estas pasiones mercantiles y donde se estaban dejando de lado un montón de cosas, incluso a nivel local, estábamos perdiendo una atracción humanista que ya teníamos, que estamos tratando de recuperar precisamente ahora que se cumple 100 años del nacimiento de Rangel Frías”, expresó Víctor Barrera Enderle.
El autor presentó su libro en la 3ª Feria Universitaria del Libro UANLeer.
Víctor Barrera Enderle
(Monterrey, Nuevo León, 1972) es doctor en Literatura Hispanoamericana y magíster en Teoría Literaria por la Universidad de Chile, además de licenciado en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ha sido investigador visitante en el Instituto Iberoamericano de Berlín y profesor visitante en la Universidad de Chile. Fue director de la revista Armas y Letras del 2006 al 2011. En el 2005 fue premiado en la edición 17 del Certamen Nacional de Ensayo Alfonso Reyes y obtuvo la medalla “Andrés Bello” al mérito doctoral por la Universidad de Chile. Ha sido becario en el 2008 del Programa de estímulos a la creación y al desarrollo artístico del Consejo Nacional para la Cultura y Artes y del Conarte. En el 2013 obtuvo el Premio internacional de ensayo “Ezequiel Martínez Estrada”. Ha publicado La mudanza incesante. Teoría y crítica literarias en Alfonso Reyes (Monterrey, UANL, 2002), Miscelánea textual. Ensayos sobre literatura y culturas latinoamericanas (Santiago de Chile, LOM, 2002), La otra invención (Monterrey, Conarte, Conaculta, 2005), De la amistad literaria (ensayo sobre la genealogía de una amistad: Alfonso Reyes / Pedro Henríquez Ureña, 1906-1914) (Monterrey, UANL, 2006), El reino de lo posible (Monterrey, Conarte, Conaculta, 2008), Literatura y globalización (La Habana, Casa de las Américas, 2008), Lectores insurgentes. La formación de la crítica literaria hispanoamericana (1810-1870), (México: Editorial Jus, 2011). Ha publicado también diversos ensayos en revistas de México, Chile, Argentina, Venezuela, Cuba, Rumania y Alemania, además de artículos y columnas en diarios como El Mercurio, de Santiago de Chile y El Norte, de Monterrey, México. Actualmente se desempeña como investigador y académico en la Facultad de Filosofía y Letras y en la Biblioteca Universitaria Capilla Alfonsina de la UANL, y como coordinador del Centro de Escritores de Nuevo León.

domingo, abril 14, 2013

La “mala lectura”




Resulta curiosa la manera en que los otrora llamados medios masivos de comunicación perciben y difunden lo que ellos entienden por literatura. Específicamente, me llama la atención  que, cuando se trata o se “retrata” un “tema literario”,  sea la vida de un escritor o de un dramaturgo, o de un poeta, en una película, serie u obra de teatro, se tiende a rechazar toda variante y se termina por imponer –a veces de manera sutil, a veces sin tapujos- una sola forma de lectura, la cual suele ser racional, lineal y sumamente moral. Me refiero al escritor como personaje, como una función dentro de la llamada diégesis.  El escritor, al interior  de esa ficción, debe crear una obra con un solo sentido, casi siempre de corte realista y de la cual, al final, no sabemos casi nada. Tampoco estoy pugnando porque el fenómeno de la creación literaria sea llevado de manera fidedigna a la escena o a la pantalla, eso no podría ser sencillamente porque el proceso de creación está fuera y se queda fuera de la obra. Además, está lo obvio: los lenguajes de la literatura y el cine son diferentes  Estoy entrando en terrenos de lo metaficcional, y no deseo hacerlo, simplemente quiero marcar, o mejor dicho, describir una tendencia, un movimiento que, irónicamente, surge de la escritura, pero que, al mismo tiempo, se aparta de ella e intenta definirla y  petrificarla, convertirla en una función dramática, por decirlo de alguna manera.
            No es un fenómeno nuevo, por supuesto, ni exclusivo de estos medios (Internet y las redes sociales son otros espacios dignos de reflexión); pero de un tiempo a esta parte, se ha reavivado. El desborde del vaso lo ha dado la serie norteamericana The Following, donde se presenta a un escritor y maestro de literatura como a un asesino serial. Su peculiar lectura de la obra de Allan Poe se convierte en un ejemplo masivo de cómo no se debe leer. La distancia entre una interpretación alternativa de un objeto estético y la psicopatología se estrecha de manera asombrosa.  La ficción y su recepción deben ser domesticadas, parece ser el mensaje, o mejor dicho: la advertencia final. Se precisa imponer la lectura de lo que ellos entienden por el “hombre común”: una lectura clara, que lleve a un significado único y transparente. Podríamos llamar a este fenómeno el “Síndrome de Barton Fink”, y definirlo como la disputa entre el universo de la escritura y el universo del espectáculo.  Y la imagen perfecta sería la escena, en esa película de los hermanos Coen, cuando el productor de cine, travestido de general rechaza, luego de haberle besado los pies y jurado que respetaría sus procesos de creación,  el guión de Fink y lo acusa de no saber hacer su trabajo, de no entender lo que el público desea.
            He aquí la puesta en escena de lo que llamo, parafraseando un poco a los antiguos teóricos de la deconstrucción, una “mala lectura”, es decir, la imposición de una interpretación sobre otras posibles.  Este proceso de “misreading” haría de la literatura un subtema del espectáculo,  un producto mediado por infinidad de intereses ajenos, y el cual, paradójicamente, terminaría por ser “aceptado” como verdad por los espectadores y por buena parte de la opinión pública. Partiendo de esa interpretación, el asesinato de John Lennon, por ejemplo, sería causado principalmente por la mala lectura que Mark David Chaman hizo de The Catcher in the Rye, de J. D. Salinger y no debido a los problemas mentales que padecía. Su locura residía, según el discurso mediático,  en entender de manera diferente un texto literario, en leerlo de manera heterodoxa. Visto así, resulta imposible no hacer una comparación entre Chapman y el personaje Joe Carrol de The Following. Chapman leyó mal una novela y asesinó a una persona; Carroll leyó mal la obra completa de un autor y se transformó en un asesino serial y en líder de una secta de lectores desquiciados. La comparación podría ampliarse y abarcar la manera en que estos actos de “desobediencia” son censurados y castigados por autoridades (reales y metafóricas). En el caso de Carroll, su oponente, el oficial del FBI interpretado por Kevin Bacon, no es sólo su perseguidor  sino el autor de un libro (de no-ficción, por supuesto) donde relata la captura de Carroll y el modo en que éste mal interpretaba la escritura de Poe.
            En esta partida, la literatura tiene la peor mano, lo sé,  pero no estaría de más imaginar un final alternativo a esta historia predecible, un relato cinematográfico o televisivo donde se inviertan los roles y se deje abierta la posibilidad de ensayar con esa mala lectura: hacer de la escena un espejo (y no sólo una proyección). Un final donde el escritor-personaje logre concretar  la obra bajo sus propias condiciones y termine por sorprendernos a todos. ¿Estaré pidiendo demasiado? Yo creo que sólo estoy ejerciendo mi derecho como lector… y como espectador.